Comunicado ante el ataque terrorista de Hamas sobre Israel y la escalada de violencia que está generando

Ante la tragedia que se está viviendo en Oriente Medio, inducida por el bárbaro ataque terrorista de Hamas que hacer el mayor daño gratuito posible, incluso a sus compatriotas palestinos, esta Euzko Etxea se siente en la obligación de transmitir su posición en defensa de la paz, el diálogo y la justicia.

Mientras que lo más fácil y cómodo es tomar partido sin matices, nosotros queremos recordar que la única paz que se consigue con la violencia es la “paz de los cementerios”. La paz de verdad, la «Paz» con mayúsculas, se consigue con el acuerdo y la negociación, y con la aceptación de que «los otros» son seres humanos con los mismos derechos que «los nuestros».

(English version)


Desde Limako Arantzazu Euzko Etxea asistimos con profunda preocupación a la escalada de violencia que se está produciendo en Oriente Medio como consecuencia del ataque por sorpresa del grupo terrorista Hamas contra la población civil israelí. El lanzamiento de miles de cohetes o el secuestro de civiles no hacen sino complicar aún más un conflicto que está enquistado en esa parte del mundo desde los años 40 del pasado siglo. Sabían que Israel no iba a tener otra opción que defenderse y eso solo lo podían hacer atacando sus bases en Gaza, situadas en medio de la población civil.

Al contrario de lo que quieren transmitir los activadores de esta escalada de violencia, éste no es un camino para resolver un problema, sino para acentuarlo y, sobre todo, para que la población más indefensa, que es básicamente la palestina, sufra las consecuencias de esa desatinada acción durante mucho tiempo.

Pero eso es futuro. El presente son más de 1.200 muertos, varios miles de heridos, así como bienes y servicios básicos para la población destruidos. Un escenario que sólo parece garantizar más muerte, más violencia, más represión, y más miseria. Un escenario en el que el asesinato de cientos de jóvenes reunidos en un festival musical por la paz se une a las imágenes en las que los cadáveres de rehenes asesinados son paseados por las calles de Gaza mientras que son vejados.

Hay cosas que no son admisibles, las haga quien las haga: los ataques por sorpresa en especial contra la población civil; los asesinatos de rehenes y prisioneros; la búsqueda del daño indiscriminado; o la venganza suicida.

Hace poco menos de 76 años, el 29 de noviembre de 1947, la recién creada ONU decidió la partición de esa parte de Oriente Medio en dos Estados, uno palestino y otro judío. Lo que se planteaba como la solución a una injusticia histórica, la perdida por parte del pueblo judío de un territorio nacional que tuvo como consecuencia la persecución de los judíos en todo el mundo y su casi exterminio en Europa, se convirtió en un problema que nadie ha sido capaz de solucionar hasta hoy.

Un problema generado, en primer lugar, por la actitud de los estados árabes (con la aquiescencia de las autoridades británicas, las mismas que dejaron a los vascos abandonados ante el franquismo), que iniciaron una guerra total contra el estado recién creado convencidos de que iba a ser fácil conseguir su objetivo de «echar a los judíos al mar» y acabar con el recién nacido estado judío. Pero, estamos seguros, que no lo hicieron para crear un estado palestino, sino para repartirse el finiquitado protectorado británico que se iba a convertir en dos estados.

Tampoco lo ha sido por la voluntad, cada vez más clara, de muchos gobernantes judíos de llevar la extensión del actual Israel a la que tuvo el «Israel histórico», dejando fuera de la ecuación a los habitantes de Palestina que no son judíos. Una posición que se proyecta de forma clara en ocupación de territorio, creando colonias en tierra que corresponde al estado de Palestina, para convertirlo en territorio israelí;  la expulsión de los habitantes no judíos de esas zonas ocupadas y, sobre todo, por su oposición a la creación de un estado palestino viable y soberano.

Todo ello nos ha llevado a la situación actual en la que la radicalización de las posturas se ha hecho con el control de los acontecimientos.

Los ataques terroristas acaecidos por parte de Hamas no podían traer otra consecuencia, por su amplitud, gravedad y saña, que una respuesta implacable de un gobierno israelí que, como decimos, solo tenía esa salida. Y eso lo sabían los responsables de Hamas que, como otros grupos terroristas, se guían bajo el principio de «cuanto peor, mejor». Algo que los vascos hemos sufrido en propias carnes.

En todo caso, más allá de las cuestiones geopolíticas o de los análisis de escenarios, sólo hay una cosa clara y es que más de mil doscientas personas han fallecido (seguramente en breves días serán muchas más), y que el objetivo de una paz justa se ha alejado tanto, que parece que nos encontramos en los tiempos de la Guerra del Yom Kipur. Con la diferencia, nada desdeñable, de que ahora el apoyo de los países árabes a la causa palestina es mucho más débil. Aunque igual sería mejor decir que el nivel de enfrentamiento de estos países con Israel se ha enfriado de forma notable, salvando excepciones como es el caso de Irán.

Este ataque terrorista de Hamas, que no de los palestinos, va a ser un fuerte golpe para Israel, en especial para su población civil, ya que aparte de las muertes y los daños que está ocasionado, ha demostrado que son vulnerables. Pero, sobre todo, va a ser un desastre para Palestina y para los palestinos,  que son los que van a sufrir, en el corto y medio plazo, las consecuencias de unos actos que no han sido decididos por ellos, sino por un grupo terrorista que solo responde a sus intereses y a los intereses de los estados que les respaldan. Muerte, destrucción, miseria y más ocupación van a ser algunas de esas consecuencias.

Todo ello, la violencia, la intransigencia o la incapacidad de encontrar soluciones, alejan a la zona de una paz justa que permita la coexistencia de dos estados y paz y con fronteras estables.

Ahora oiremos denuncias contra el ataque terrorista de Hamas, denuncias contra la reacción de Israel. Escucharemos propuestas, dichas con un fatuo tono de seriedad, que pedirán la desaparición de este estado, el de Israel, de la faz de la tierra, con argumentos muy similares a las que pedían la desaparición de los judíos de Europa (o del mundo).

Lo que nos costará oír, es la voz de las muchas personas que, desde Israel, Palestina, Oriente Medio, Estado Unidos, Europa y en todo el mundo, condenan la violencia, defienden el derecho de autodeterminación de los pueblos, abogan por el derecho de los judíos y de los palestinos a tener un hogar y un estado, y respaldan la necesidad de solucionar en una mesa de negociación lo que nunca se va a poder solucionar en un campo de batalla, si no es con la aniquilación del contrario.

En estos momentos, terribles, acompañamos al pueblo judío en su sufrimiento por el ataque terrorista, y los asesinados y los secuestrados que ésta ha generado; y a la población civil palestina que es la que de verdad sufre los bombardeos en Gaza. Cada persona muerta es un clavo que cierra la paz y la concordia en una caja de la que va a ser muy difícil sacarla. Es la consecuencia, y el objetivo, de las acciones de los que se guían por el principio de «victoria o muerte» y de los que piensan que, muriendo mientras que asesinan, se van a convertir en mártires.

En estos tiempos de zozobra, queremos recordar el poema del poeta vasco Blas de Otero.

Pido la paz y la palabra

Escribo
en defensa del reino
del hombre y su justicia. Pido
la paz
y la palabra. He dicho
«silencio»,
«sombra»,
«vacío»
etcétera.
Digo
«del hombre y su justicia»,
«océano pacífico»,
lo que me dejan.
Pido
la paz y la palabra.

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