Ante los preocupantes acontecimientos de Brasil

El 7 de enero de 2021 esta Euzko Etxea emitió un comunicado condenando el asalto «trumpista» a la sede de la soberanía de los Estados Unidos de América del Norte. Hace apenas un mes denunciábamos el intento de autogolpe de estado que intentó, por suerte sin éxito, el entonces presidente Pedro Castillo.

Hoy, ante los acontecimientos que se están viviendo en Brasil, no podemos menos que denunciar el intento de los «bolsonaristas» de subvertir la legalidad constitucional de ese país hermano. Si alguien piensa que una turba incontrolada puede ser una solución, es que no ha entendido nada de la historia ni de los que significa la democracia.

Vivimos unos tiempos en los que la hidra del totalitarismo nos muestra, a través de sus diferentes cabezas, su voluntad de acabar con las estructuras democráticas para imponer regímenes totalitarios, en los que las libertades, individuales y colectivas, desaparecen en favor de esos conceptos tan etéreos, y peligrosos, como «el orden» o «el bien común».

Nadie puede pensar que un régimen democrático se mejora con destrucción, vandalismo o anarquía. Nada bueno sale de esas situaciones. Y casi siempre el camino de regreso hacia regímenes democráticos, auténticos, es lento y complicado.

A cualquiera de nosotros le puede gustar, o no, el presidente Lula, o el presidente Bolsonaro. Pero tanto uno como otro fueron los que eligió el pueblo de Brasil a través de elecciones libres y limpias. Cualquier intento de cambiar los resultados a través de la violencia o la presión callejera es simple y llanamente fascismo, y debe ser desactivado a través de las herramientas que tiene el estado de derecho para defenderse.

Vivimos tiempos complejos y de incertidumbre. Tiempos perfectos para que partes de nuestra sociedad crean en las «soluciones fáciles» que algunos les venden para resolver unas «situaciones complicadas». No hay atajos. Las sociedades sólo mejoran a través de la democracia, el estado de derecho, la defensa de las libertades individuales y colectivas, la educación, la seguridad, el trabajo duro y la justicia social.

Esta lista no determina un orden de importancia, todas esas cosas son imprescindibles. Por desgracia, en América Latina muchas de ellas brillan por su ausencia. No puede ser que en una región rica en recursos haya tanta gente en la pobreza, ni que tan pocos lo tengan casi todo. Tampoco es de recibo que el acceso a una educación de calidad esté vetada a la mayoría de la sociedad, o que los salarios permitan, en muchos casos, una economía familiar de mera supervivencia.

Pero ninguno de esos problemas se soluciona con gobiernos totalitarios de cualquier signo. Ni con golpes de estado ni con revoluciones. Al final, este tipo de gobiernos son la expresión más evidente de la corrupción, el despotismo y el nepotismo.

Hacen falta líderes con visión, una estructura de estado libre de corrupción y una clase empresarial que entienda que el éxito del país, de todo el país, pasa por un reparto justo de la riqueza. Nuestro siempre admirado Lehendakari Aguirre fue empresario, pero sobre todo fue un profundo cumplidor de los principios de la doctrina social de la Iglesia. él siempre decía que no hay beneficio justo para em empresario mientras sus trabajadores no tengan salarios que les permitan vivir con dignidad.

Ni Brasil, ni Perú ni ningún otro país de América latina necesita gobiernos totalitarios de ningún signo. Tampoco necesitan revueltas que los lleve a situaciones de mayor debilidad económica y social. Lo que necesitan son dirigentes con compromiso, democracias eficaces, servidores públicos honrados, empresarios dignos, medios de comunicación que cumplan su cometido, y mucha justicia social. Y nada de eso se perfilaba en las algaradas «bolsonaristas», ni en ninguna otra.

Limako Arantzazu Euzko Etxea – Lima Basque Center
Emilia Olga Bazán Olano
Presidenta

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