Ante la oposición a la recuperación de la plazuela de San Francisco en Lima

Postura de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu de Lima
y de Limako Arantzazu euzko Etxea ante la oposición de la comunidad franciscana de Lima de la eliminación del muro que aislaba la Plazuela de Francisco del resto de Lima y la reintegración de la misma a su situación anterior, conectándola a la rama urbana de la ciudad

La madrugada de este sábado 5 de febrero, personal de la Municipalidad de Lima ha derribado el cerco perimétrico del templo de San Francisco en Lima.  La posición contraria a la eliminación de ese obstáculo, que separaba y aislaba la plazuela de San Francisco del resto de la zona histórica de la capital peruana, que implica la devolución de la tipología original a este espacio está siendo liderada por la comunidad franciscana que habita el Convento de San Francisco.

Una oposición que no entendemos y que, desde nuestro punto de vista, demuestra que en dicha comunidad franciscana predominan principios muy alejados de los que deben guiar a los miembros de esa comunidad religiosa.

Este cerco que aislaba el convento, la iglesia y la plazuela de San Francisco del resto de la zona, no existía con anterioridad a finales de los años 80 del pasado siglo. Fue levantado como medida de protección ante la situación de insurgencia terrorista que vivía el país, ya que se temía que pudiera acabar dañando a la comunidad franciscana, o a un edificio de tan importante valor histórico y simbólico para los limeños y peruanos en general.

Grabado de la Iglesia de San Francisco en el siglo XIX en el que se ve la tipología original que tenía la plazuela de San Francisco
Grabado de la Iglesia de San Francisco en el siglo XIX en el que se ve la tipología original que tenía la plazuela de San Francisco

Este muro es, por lo tanto, un elemento ajeno a la composición arquitectónica original del monumento.

Por suerte, la situación en que vive nuestro país en este momento está muy alejada de aquellos procelosos años, lo que hace que ese elemento que aísla la basílica y convento del resto de la ciudad haya perdido su función. O eso podría parecer, ya que se ha encontrado con la oposición frontal de la comunidad franciscana, que quiere que el conjunto de este espacio público siga cerrado por una verja.

Resulta muy significativo que su construcción, alterando la morfología del conjunto arquitectónico y rompiendo la integración de la plazuela de San Francisco en su entorno urbano, no tuvo oposición por parte de esta comunidad religiosa. Mientras que la vuelta a la situación inicial si lo ha tenido.

Puede que esto sea debido a que dicho muro ha creado en dicha comunidad franciscana  una sensación de que la plazuela de San Francisco es una “propiedad privada” de dicha comunidad. Algo que no es cierto.

Nosotros nos felicitamos por la decisión de las autoridades, que permite que la configuración urbanística de esta parte de la ciudad vuelva a su situación original, devolviendo un espacio público tan valioso y simbólico a la ciudad y a las personas que viven en ella.

Esta voluntad de apropiación de lo que no es suyo por parte de la comunidad franciscana de este convento de San Francisco no es algo nuevo. Nosotros, como herederos de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu de Lima lo hemos vivido, y lo seguimos viviendo, como ya hemos denunciado en numerosas ocasiones.

En el siglo XVII adquirimos a dicho convento una capilla para ser dedicada a la Virgen de Aránzazu, y una bóveda en las catacumbas de la iglesia para enterrar a los vascos fallecidos en Lima. Las vicisitudes de la historia de nuestro país hicieron que en el siglo XIX nuestra Hermandad fuera despojada de sus propiedades, incluida la capilla y la bóveda, por parte del gobierno del Perú.

Pero si bien la perdida de nuestros bienes, por muy injusta que fuera, es una realidad que tenemos que asumir. Por mucho que no entendamos que la veneración a la Virgen de Aránzazu en Lima haya perdido todo su sentido histórico, al desaparecer sus conexiones con la advocación de la Virgen que se venera en la basílica de Aránzazu en el País Vasco desde hace más de 500 años, lo tenemos que asumir. Aquí creemos que es bueno recordar que, en el caso vasco, se trata de una basílica y convento también está bajo el cuidado de la comunidad franciscana, en el que sus miembros han mantenido siempre una profunda conexión y compromiso con las tradiciones, la historia y los derechos de la sociedad en la que se encuentran íntimamente integrados.

Pero lo que no solo no entendemos, sino que no admitimos, es el uso mercantilista que los franciscanos del Convento de San Francisco de Lima están dando a los restos de nuestros mayores, convirtiéndoles en parte de una atracción turística al entrar a formar parte de las visitas a las catacumbas de San Francisco. Unas visitas que los turistas realizan previo pago, y que han convertido un lugar de descanso de miles y miles de difuntos en una especie de “parque de atracciones”.

Una vez más denunciamos ese atropello a la vez que nos felicitamos por la recuperación para Lima y sus habitantes de la Plazuela de San Francisco .

Los franciscanos de este convento han dado la espalda a la historia y a los contratos firmados por su propia comunidad, tomando como propio lo que por dignidad y respeto a la historia tendrían que asumir que es propiedad moral de nuestra hermandad.

Para entender las razones, objetivos y resultados buscados con este proyecto, merece la pena visionar este pequeño vídeo.

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